Ortega Cano regresa
a los ruedos con setenta
y las ganas de un joven
de cortar muchas orejas.
En la plaza lo aplaude
su hijo Pepe el pequeño
mientras Gloria casi reza
por el padre que se pone
en peligro de unos cuernos.
No teme Ortega al toro
por mucho miedo que meta
porque lleva en la mano
la espada y la muleta.
Le da unos muletazos
y el torito ya muere
con el mareo que tiene
al ver viejo al torero.
Viene el siguiente toro
más avispado que tierno
peronándo la cornada
que mataría al torero.
Hasta Finito de Córdoba
se abraza al maestro
al ver su tercera edad
ganándose el buen sustento.
Ya se sabe que en España
las pensiones son pequeñas
y Ortega Cano tiene
derecho a más dinero.
Por eso salta a los ruedos
con la rodilla en el cielo
donde su Rocío reza
a la Virgen de la Regla.
Crucemos los dedos todos
que este hombre se muere
con un cuerno en el costado
igual que Jesús el Bueno.
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