Don Juan Carlos está lejos
de los suyos y de España
mientras le cae otro año
en la suma ya muy larga.
Se despierta algo tarde
para acortar el día
en el que espera una tarta
con las velas que hagan falta.
No piensa en las llamadas
que le llegan de Palacio.
Tampoco piensa en Corinna
para no amargarse tanto.
Recuerda algún momento
de gloria por las Españas,
pero decide olvidarse
con magdalenas baratas
en un desayuno caro
que le traen los criados.
Alguien le canta un mariachi
y tararea contento
lo que por aquí cantaba:
Yo soy el Rey, aunque sea
un rey de exilio lejano.
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