El Parador de El Hierro es un parador único para pasar unas vacaciones tranquilas de sol y playa a la sombra de las montañas canarias. Yo no estaba muy convencida cuando mi chico hizo la reserva. El Hierro es la isla menos poblada de Las Canarias y temía que faltaran comodidades.
No fue el caso. El Parador de El Hierro tiene todo lo que necesitas para ser feliz durante unos días, incluida una playa de aguas tranquilas cerca de la puerta del establecimiento hotelero. También me gustó el edificio del parador. Es como un chalé grande, con paredes caleadas de blanco, balcones de madera, tejado rojo y unas chimeneas blancas que le dan un toque pintoresco.
Nuestra habitación era grande, confortable, decorada con el mismo estilo colonial que tenían el resto de las estancias del parador. Me sentí casi como en una casa de campo de un familiar. Sólo le hubiera hecho algún retoque a la habitación. Por ejemplo, quitarle una cortinilla que tenía a modo de cabecero. La miré y la vi limpia, pero acabé por quitarla. Las cortinas me gustan las justas.
El cuarto de baño era más del montón, menos colonial. Lo encontré algo pequeño. Mi chico decía que le recordaba un aseo público. Debe conocer aseos públicos mejores que los que conozco yo. A mí me recordaba el baño de un pisito de soltero.
Lo mejor fue la comida. Mis niñas se pusieron hasta las cejas con el caldo de queso herreño. Era como una crema calentita. La mayor decía que eran natillas. Tiene mucha imaginación. También estaban muy buenos los alfonsiños con bugardos, las quenefas de viejas con salsa de lapas y los erizos de mar. Nunca había comido unos erizos tan sabrosos como los que sirven en el restaurante del Parador de El Hierro.
Os lo recomiendo. El parador de El Hierro tiene una piscina muy linda en su cuidado jardín. Mi chico decía que eran más bonitas las montañas verdosas que estaban en la parte trasera del parador. Eran espectaculares.
No fue el caso. El Parador de El Hierro tiene todo lo que necesitas para ser feliz durante unos días, incluida una playa de aguas tranquilas cerca de la puerta del establecimiento hotelero. También me gustó el edificio del parador. Es como un chalé grande, con paredes caleadas de blanco, balcones de madera, tejado rojo y unas chimeneas blancas que le dan un toque pintoresco.
Nuestra habitación era grande, confortable, decorada con el mismo estilo colonial que tenían el resto de las estancias del parador. Me sentí casi como en una casa de campo de un familiar. Sólo le hubiera hecho algún retoque a la habitación. Por ejemplo, quitarle una cortinilla que tenía a modo de cabecero. La miré y la vi limpia, pero acabé por quitarla. Las cortinas me gustan las justas.
El cuarto de baño era más del montón, menos colonial. Lo encontré algo pequeño. Mi chico decía que le recordaba un aseo público. Debe conocer aseos públicos mejores que los que conozco yo. A mí me recordaba el baño de un pisito de soltero.
Lo mejor fue la comida. Mis niñas se pusieron hasta las cejas con el caldo de queso herreño. Era como una crema calentita. La mayor decía que eran natillas. Tiene mucha imaginación. También estaban muy buenos los alfonsiños con bugardos, las quenefas de viejas con salsa de lapas y los erizos de mar. Nunca había comido unos erizos tan sabrosos como los que sirven en el restaurante del Parador de El Hierro.
Os lo recomiendo. El parador de El Hierro tiene una piscina muy linda en su cuidado jardín. Mi chico decía que eran más bonitas las montañas verdosas que estaban en la parte trasera del parador. Eran espectaculares.