GSS es el nombre de una empresa de telemarketing con sede en La Coruña famosa por los muchos trabajadores y trabajadoras que demanda. Encuentras sus ofertas de empleo todos los meses en páginas como infojobs. Fue por medio de infojobs como llegaron mis datos a ellos. Me ofrecía para ser la vendedora telefónica de seguros, productos financieros o lo que tuvieran a la venta en su labor de empresa beneficiada por la externalización.
Me llamaron una primera vez para fijar fecha para una videoentrevista. Llegó el día, me conecté con mi ordenador portátil, y me salió una pantalla llena de caras. Además de la entrevistadora había varios competidores por un puesto de trabajo para vender seguros de vida. La señora que entrevistaba dijo que no nos podía rebelar el nombre de la compañía. Se la veía divertida. Los participantes en la videoentrevista conjunta no estábamos tan animados. Yo me sentí como una gladiadora que iba a perder la partida entre una vendedora de El Corte Inglés recién llegada a Galicia desde la árida Castilla y un vendedor de aspiradores a amas de casa de la aldea. No me equivoqué. Pasaron los tres días que tenían para llamarnos y anunciarnos la buena nueva y no recibí la llamada. Mi experiencia como vendedora online y como vendedora en la frutería de mi madre no había sido suficiente. Tampoco les había resultado atractivo mi título de Licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales.
Casi me había olvidado de ellos cuando, pasadas un par de semanas, recibí una llamada. Un señor me ofrecía un seguro de salud. Reconocí la voz del candidato que tenía en su currículum la venta de aspiradores por las aldeas, la propiedad de una inmobiliaria quebrada en la crisis de 2008 y una serie de contratos por obra con Gss. Habían contratado a su viejo empleado. Para eso no hacía falta hacer una selección de personal. Sólo había que llamar al señor de los aspiradores. Ya lo conocían.
Mi segundo proceso de selección para los amigos de Gss no resultó mejor. El día que me volvieron a llamar me acababa de apuntar para una oferta de trabajo de teleoperadora en una empresa de la competencia, también en infojobs. Pensé que era esta empresa la que me llamaba, pero no, era Gss. La oferta era interesante: se trataba de vender préstamos a los clientes de ABANCA. Me entusiasmaba. Pasé la noche soñando despierta. Les iba a vender un préstamo a todos los jubilados de Galicia para que pasaran la Navidad más feliz de sus vidas. Los abuelos y abuelas iban a tener dinero para hacer regalos a sus hijos y nietos gracias al banco heredero de Caixa Galicia y a mí persona. ¡Por fin había encontrado un trabajo donde sacaría de mi boca todo el vocabulario financiero! Pero, como bien decía Calderón de la Barca, los sueños sueños son.
Esta segunda videoentrevista de Gss volvió a llenar de caras la pantalla de mi ordenador portátil. Reconocí a la entrevistadora de la primera vez. Se la veía igual de divertida. Nuevamente me volví a sentir una gladiadora condenada al fracaso, pero saqué mi verborrea para decir que aquello era lo mío. Yo quería trabajar en Gss, vender préstamos a los gallegos que hablaban gallego y enamorar a los directivos de ABanca con mis ventas. Seguro que me contrataban para la plantilla del banco. La entrevistadora me dijo que los de ABanca nunca habían contratado a nadie de su empresa subcontratada para vender productos bancarios. Yo sería la primera, insistí. La mujer, casi enfadada, insistía en que nunca había saltado una teleoperadora a trabajadora de sucursal bancaria. Le faltó decir por muy economista que seas. No me quedé a conocer los currículums de los competidores. Me había ofrecido la primera para la entrevista de siete preguntas. Los competidores me miraban desde la pantalla de sus ordenadores y/o tablets enseñando un trozo de sus casas. Es lo que pasa en estas videoentrevistas conjuntas, donde eres una gladiadora desde la intimidad de tu hogar sin que la ley de protección de datos diga nada.
Tampoco me dijeron nada los amigos de Gss esta segunda vez. Volví a ser rechazada. Una licenciada en Ciencias Económicas y Empresariales, con dominio nativo del idioma gallego, con experiencia en ventas, no les vale para la televenta de préstamos a clientes de ABanca. Me consuelo porque le dije a la señora entrevistadora, divertida siempre al ver gladiadores en la pantalla del ordenador, que quiero un trabajo pagado porque necesito el dinero para ir al supermercado a comprar comida. Sólo por este estallido de sinceridad ha valido la pena encender el ordenador, conectarme con la videoentrevista y asomarme al circo romano donde los trabajadores y trabajadoras somos tratados como miseria.
Estoy en contra de las entrevistas conjuntas. Una entrevista de trabajo con un entrevistador no es un plato de gusto. Tienes delante a la persona que decide si trabajas o no trabajas, si vales para trabajar o no vales para trabajar. A mí me han dicho muchos que no. Pero es peor ver las caras de los competidores, de quienes, posiblemente, también necesiten el trabajo para tener dinero para subsistir. Le estás poniendo cara a la persona que va a llevar el puesto de trabajo que tú deseas y necesitas.
A esta hora ya hay personas seleccionadas para hacer la formación online para la venta de préstamos de ABanca. Tienen tres días de formación online de diez a tres de la tarde. Tres días que no les pagan y en los que ponen sus ordenadores y sus conexiones a Internet. De esa formación salen los trabajadores empleados durante un mes para sustituciones por vacaciones de los trabajadores que tiene en plantilla Gss para vender productos de ABanca. Yo no estaré. Esta noche no soñaré con ser la mejor vendedora de préstamos que financiaran regalos de Navidad para los nietos de los jubilados gallegos clientes de ABanca. Como decía Calderón de la Barca, repito, los sueños sueños son.
María Rey
Economista
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