Fue la Reina de visita
en uno de esos actos
que saca fotos con todos
y se interesa por tantos.
Encontró a dos pequeños
sentados ante el piano.
Los niños le preguntaron
si tocaba el piano.
Doña Letizia se puso
rauda a darle las clases
de la gran aficionada
que se atreve aunque falle.
Sonó una melodía
que no conocía nadie.
Se sumaron cuatro manos
a sus dos manos reales.
Aquello era un grito
de las teclas a la escala.
¡Paren, por favor! gritó
el escolta más amable.
Después vinieron las fotos
con huérfanos y soldados.
Doña Letizia tomó
de las manos a los niños
que tocaban el piano.
Este trabajo tan duro
es siempre ilusionante.
Casi se siente la poeta
una poeta monárquica.
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