Anita todavía no sabe nada. Esta en la fase de comer, dormir, pipí, popo. Con tres semanas recién cumplidas todavía no ríe y casi no se atreve a llorar porque está sobrecuidada por una abuela que ejerce de madre, padre, abuela, abuelo, hermana también, tía, sobrina... Todo es Ana Obregón para Anita.
También es su mejor fotógrafa. Ana Obregón viste a su Anita de color rosa, le pone un pañal caro y la lleva al pediatra para vigilar su salud y su peso. La báscula marca cuatro kilos de niña sana. Ana respira tranquila y regresa a su lujoso apartamento de Miami con la nieta, la niñera, el chófer y un guardaespaldas.
Sube Ana la foto del cumpleaños de la tercera semana de su nieta a las Redes Sociales. El twitter arde. Los tuiteros están horrorizados con las fotos de la niña más famosa de España. No quieren verla tanto. Están hablando de otras niñas, también nietas de la señora Obregón, que están por nacer. Un tuitero afirma rotundo que hay una nieta de la protagonista de Ana y los siete en Argentina. El tiempo lo dirá.
Lo que ya dice el tiempo presente es que el conde Lequio no está de acuerdo con su papel de abuelo sin querer ser abuelo. El conde habla y calla. Va de vacaciones a Galicia, regresa a Madrid, se sienta en un programa rosa de las mañanas y dice que así no. Ya ha tomado una decisión: su nieta no llevará su apellido. A su ex no le importa. Anita se apellidará Obregón y su abuela Ana seguirá proclamando que es de su exclusiva propiedad porque la ha pagado y porque la ha comprado.
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