Querida Lady:
Oye, no te estoy pidiendo que compres blusas blancas. Sé que no las necesitas. Tienes muchas.
Acabo de descubrir que las blusas de mi abuela vuelven a estar de moda. Son aquellas blusas blancas con lacito al cuello que le ponían a mi abuela elegancia los domingos de misa a las doce.
Mi abuela iba a la iglesia rodeada por todos sus nietos. Nos quería mucho. Mis primos también la querían, pero yo no conseguía ser tan fan de aquella señora que olía a colonia lavanda.
¡Y siempre con blusita blanca! Mi abuela planchaba sus blusas con una plancha que tenía carbón ardiendo dentro. Las dejaba sin una arruga.
No sé por qué te cuento esto, Lady. Tal vez lo haga porque he encontrado a vender las blusas que se ponía mi abuela cuando aún no tenía Alzheimer.
Te pongo por aquí el link.
Pero tal vez quieras ver cómo era una blusa de mi abuela. Por cierto, mi abuela se llamaba Dorinda. La acabé queriendo mucho. D.E.P.
Un saludo
Una nieta sin abuela