Estos días de confinamiento he recurrido en mas de una ocasión al teléfono 010, un teléfono de información del Ayuntamiento de La Coruña, que estos días de lucha contra el coronavirus ha sido de gran ayuda para muchos ciudadanos y ciudadanas de esta ciudad, entre los que me encuentro.
Al otro lado de la linea he encontrado siempre la respuesta que necesitaba, aclarando dudas, ofreciendo información, e incluso he sentido el calor humano de una persona que suplía, sin saberlo ella, a la madre que no tenía a mi lado. Mamá siempre lo sabía todo. El 010 también lo sabía y sabe todo.
Por eso os recomiendo este servicio de información telefónico al que tenemos acceso cuando estamos dentro del término municipal de La Coruña. Estos días encontré algunas veces las líneas saturadas. Pero había poco que esperar. Al segundo intento ya tenía al otro lado de la línea una voz amiga, una persona que te animaba, que no te transmitía miedo. Era una voz como la de mi madre, como la de la madre que cuando ves que estás a punto de tirar la toalla, te dice venga, que sí, que puedes. Y tú te crees que puedes porque en su voz no notas pizca de miedo.
Gracias. Muchas gracias a todos los que atendisteis mis llamadas. Gracias también por atender las llamadas de otros ciudadanos y ciudadanas de La Coruña, una ciudad que empieza a abrir sus comercios, una ciudad que empieza a recobrar su alegría. La ciudad que quiero. Mi ciudad. Nuestra ciudad.
Al otro lado de la linea he encontrado siempre la respuesta que necesitaba, aclarando dudas, ofreciendo información, e incluso he sentido el calor humano de una persona que suplía, sin saberlo ella, a la madre que no tenía a mi lado. Mamá siempre lo sabía todo. El 010 también lo sabía y sabe todo.
Por eso os recomiendo este servicio de información telefónico al que tenemos acceso cuando estamos dentro del término municipal de La Coruña. Estos días encontré algunas veces las líneas saturadas. Pero había poco que esperar. Al segundo intento ya tenía al otro lado de la línea una voz amiga, una persona que te animaba, que no te transmitía miedo. Era una voz como la de mi madre, como la de la madre que cuando ves que estás a punto de tirar la toalla, te dice venga, que sí, que puedes. Y tú te crees que puedes porque en su voz no notas pizca de miedo.
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