Una mujer sola puede descubrir el mundo. Yo lo hice. Dejé atrás a la pobre vecina que vivió toda su vida con sus padres y me convertí en una vecina viajera. Ahora me admiran. Incluso me envidian un poco la mujeres que no se atreven a ser libres.
Una viajera feliz
Mi primer viaje fueron ocho días en Canadá. Recorrí un país que sólo conocía por el Atlas. En la agencia de viajes El Corte Inglés me habían asegurado que me gustaría. No se equivocaron. Toronto, Ottawa, Quebec, Montreal... llenaron de experiencias mi semana canadiense. Dejé para el último día las famosas Cararatas del Niágara. Fue lo que no me gustó: aquellos chorros de agua salvaje metían miedo. Seguro que son el inicio del fin del mundo. Arrastrados por aquellas aguas hambrientas de muerte irán para el infierno los tontos.
Después de Canadá vino Costa Rica, un país de volcanes y buenas playas. En Costa Rica estuve 12 días. Necesité el tiempo para visitar San José, descubrir Tortuguero, ir a Puerto Viejo, Arenal y tomar el sol en las playas de Manuel Antonio. Me puse muy morenita.
Seguiré viajando. Pero siempre iré con mis amigos de viajes El Corte Inglés. Me cuidan mucho. Cuando les dije que en Canadá no tuve comida suficiente con los desayunos gratis, se apresuraron a ofrecerme, además de los desayunos, tres almuerzos y dos cenas en mi viaje por Costa Rica. Son un encanto. Y no son nada caros. Por sólo 1.715 euros pasé doce días y diez noches en Costa Rica. Todo muy baratito. Mi viaje a Canadá fue todavía más de saldo: ¡1.340 euros! Gasto más dinero estando en casa.
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