Mi marido consiguió sorprenderme con La Maison Moschino de Milán, un hotel que combina la moda con la hostelería de lujo. Me sorprendió, pero no puedo decir que me haya gustado.
Cuando me senté en la mesa para desayunar en una silla que tenía colgada una chaqueta de alta costura, me sentí como si le hubiera quitado la silla a una señora que se acababa de levantar para ir al baño. No acababan ahí las sorpresas. El desayuno llegó metido en una especie de caja de zapatos, de color blanco, con distintos compartimentos. De dentro de esa caja salió un zumo de naranja natural, unos huevos revueltos, bresaola y otros manjares.
Nos dieron una habitación decorada en blanco total exceptuando unos árboles otoñales que había a ambos lados de la gran cama. No me gustó. Menos me gustó que me dejaran vestidos de fiesta colgados por las paredes. Aquello sería moderno, pero no era de mi gusto.
Mi marido se lo pasaba en grande. Había conseguido sorprenderme. Tuve que salir a pasear por los alrededores para despegar mis ideas. El hotel está en el límite de Brera, un barrio en el que la gente camina mucho. No sé si se les da por andar porque les gusta o si lo hacen porque se lo recomiendan los médicos. Últimamente todos los médicos mandan andar.
Nosotros nos tomamos en los bares de los alrededores del hotel un Apperol Spritz, un aperitivo típico de la zona. En esta parte de la ciudad todo es desenfadado. No parece que estés en Milán, una ciudad que a mí siempre me apreció demasiado seria.
Volviendo al hotel, me pareció esperpéntico. Mirabas para las lámparas de nuestra habitación y descubrías unos bolsos y vestidos colgados de los que salía la luz que iluminaba la estancia. Los sillones era como sentarse en una nube. Todo muy moderno.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar La Maison Moschino de Milán. Es el hotel perfecto para sorprender. Te deja a cuadros. Casi me parecía mentira que la conexión a Internet funcionara bien.
Las amenities en el baño estaban colgadas como las llaves en la casa de mi madre. El diseño del cuarto de baño tenía el mismo estilo de cuento de hadas que el resto de las estancias del hotel. No sé quién les vendería aquellos sanitarios.
No creo que vuelva. La cama era cómoda, la conexión wi fi funcionaba bien, las duchas tenían un buen chorro de agua, el personal era amable..., pero yo prefiero un hotel más normal.
Cuando me senté en la mesa para desayunar en una silla que tenía colgada una chaqueta de alta costura, me sentí como si le hubiera quitado la silla a una señora que se acababa de levantar para ir al baño. No acababan ahí las sorpresas. El desayuno llegó metido en una especie de caja de zapatos, de color blanco, con distintos compartimentos. De dentro de esa caja salió un zumo de naranja natural, unos huevos revueltos, bresaola y otros manjares.
Nos dieron una habitación decorada en blanco total exceptuando unos árboles otoñales que había a ambos lados de la gran cama. No me gustó. Menos me gustó que me dejaran vestidos de fiesta colgados por las paredes. Aquello sería moderno, pero no era de mi gusto.
Mi marido se lo pasaba en grande. Había conseguido sorprenderme. Tuve que salir a pasear por los alrededores para despegar mis ideas. El hotel está en el límite de Brera, un barrio en el que la gente camina mucho. No sé si se les da por andar porque les gusta o si lo hacen porque se lo recomiendan los médicos. Últimamente todos los médicos mandan andar.
Nosotros nos tomamos en los bares de los alrededores del hotel un Apperol Spritz, un aperitivo típico de la zona. En esta parte de la ciudad todo es desenfadado. No parece que estés en Milán, una ciudad que a mí siempre me apreció demasiado seria.
Volviendo al hotel, me pareció esperpéntico. Mirabas para las lámparas de nuestra habitación y descubrías unos bolsos y vestidos colgados de los que salía la luz que iluminaba la estancia. Los sillones era como sentarse en una nube. Todo muy moderno.
No os recomiendo ni os dejo de recomendar La Maison Moschino de Milán. Es el hotel perfecto para sorprender. Te deja a cuadros. Casi me parecía mentira que la conexión a Internet funcionara bien.
Las amenities en el baño estaban colgadas como las llaves en la casa de mi madre. El diseño del cuarto de baño tenía el mismo estilo de cuento de hadas que el resto de las estancias del hotel. No sé quién les vendería aquellos sanitarios.
No creo que vuelva. La cama era cómoda, la conexión wi fi funcionaba bien, las duchas tenían un buen chorro de agua, el personal era amable..., pero yo prefiero un hotel más normal.