Como el dinero nos sobra,
hemos tirado la casa
por la ventana que abrimos
a marujas y a chachas
que ocupan sus momentos
hablando de nuestra magia.
Fuimos a dar el sí quiero
en una boda italiana
en la Italia de mi suegro,
aquel príncipe destronado
por una lancha que puso
el luto en el pasado.
Ahora mi suegra llora
de alegría al ver casados
a sus dos hijos varones
con mujeres millonarias.
No quiero contar la boda,
pero os dejo la imagen
de dos novios que se quieren
entre tanto invitado.