Mi viaje a Costa Rica no está siendo tan placentero como yo esperaba. Desde que entré al Hotel Parador no he salido. Lo que queda más cerca de este hotel es un pueblo que se llama Manuel Antonio. Lo demás es selva. Vi desde la terraza de mi habitación todo tipo de bichos raros.
Por eso estoy aquí encerrada. Estos parajes son para turismo mochilero, no para una inspectora de hoteles de lujo. Una amiga mía vino a Costa Rica de viaje de novios y se hospedó en este hotel. Quedó encantada. No me extraña porque mi amiga tiene unos gustos muy campesinos. En medio de esta selva con vistas al mar se debió haber sentido en el paraíso.
Yo me siento en el mundo de los horrores. Acabo de entrar en mi cuarto horrorizada. En la terracita de la habitación entró un pájaro horrible. Espero que no haga su nido ahí fuera. Tendré que hacer la maleta lo antes posible. Dormir con un nido de aves extrañas en la terraza sería imposible para mí.
Mañana marcho. A los de Viajes El Corte Inglés les cantaré las cuarenta. Iré al despacho de Dimas Jimeno para decirle que tiene que meterle miedo a los de la agencia de viajes. Que se dejen de recomendar viajes exóticos a Costa Rica. Lo que tiene que hacer es recomendar las Islas Canarias. Allí no hay selvas.