Hoy Pablo Iglesias no se siente feliz. El sueño de crear un banco público se le ha esfumado: Bankia y Caixa Bank se fusionan. Ya le habían dado un susto en 2012, pero aquel intento de fusión quedó en nada. Este intento va adelante. Las circunstancias son otras.
Por un lado tenemos la crisis del coronavirus. Por otro lado tenemos un debilitamiento del sector bancario con unos tipos de interés negativos y una baja rentabilidad. Pese a poner muchas comisiones, los bancos no dan ganado para tanto gasto de oficinas bancarias y empleados bien pagados. Sólo Bankia y Caixa Bank suman 47.000 empleados. También suman muchos clientes: 21 millones, muchos de ellos potenciales morosos por la crisis económica del covid-19.
Los empleados de estas dos entidades bancarias que se fusionan estarán tan preocupados como Pablo Iglesias, pero no deberían preocuparse. Ninguno de ellos pasará hambre. No irán para el paro sino para la prejubilación generosa. Muchos trabajadores querrían su suerte. Para tener esa suertaza hay que trabajar en la Banca o en una empresa que se llama empresa, no trabajar para un autónomo o para una pyme micropyme.
Pablo Iglesias tendrá que esperar para hacer realidad su sueño de un banco público. El capitalismo se impone. El dinero manda. La tercera entidad financiera se fusiona con la cuarta entidad financiera y se hacen con el primer puesto de la Banca en España. Pero ahí no queda la cosa. Habrá más fusiones. Yo ya veo al Banco Santander mirando hacia el Sabadell y al BBVA mirando hacia el mismo sitio.
Los que nos quedamos sin tener a donde mirar somos los clientes. No hay competencia en el sector bancario. Se ha pasado del oligopolio monopolístico al monopolio de libro. Los clientes ya no somos clientes sino esclavos precio aceptantes. Hasta el Estado se tendrá que arrodillar. Que no espere recuperar los 24.000 millones del rescate a Bankia. Tendrá enfrente a un banco de 650.000 millones de euros en activos.
María Rey
Economista