No soporto a mi suegra
ni en casa ni en la feria,
ni en el bautizo del niño,
ni en la cena del viernes.
Odio que mi santo esposo
me compare con la vieja
y me pone de los nervios
que dependa de mamá
para decidir qué hacemos.
Cuando mi suegra opina
sobre como cuido al niño
me vienen ganas de matarla
en la alfombra del pasillo.
Más de los nervios me pone
cuando alaba sus caldos
y dice que mis comidas
no son dignas del paladar
de su hijito del alma.